lunes, 26 de abril de 2010

Diario - Días 104, 105 y 106

Ya he vuelto del retiro de fin de semana, y la verdad es que estoy para el arrastre, aunque contento.

El viernes salimos por la tarde listos para comernos el mundo. Por la mañana pesé 90.2Kg, por encima de la media semanal y marqué un mínimo de 28.0% de grasa corporal. Por diversas razones salimos con prisas, así que se nos olvidaron un par de cosas.

Para comer el viernes tomé un hervido de espinacas y judía verde, para así terminar el paquete abierto antes de salir de excursión. Con los nervios del viaje y sin muchas ganas de cocinar, me comí una barrita de proteínas para completar un poco la comida, y de postre los tres trozos de melocotón en su jugo que me sobraron de unas noches antes.

Tras eso salimos hacia un camping en Teruel, y por el camino merendé una barrita de arroz con proteínas. Si quieres perder peso, debes procurar comer cada pocas horas. Saltarse comidas es terriblemente malo, aunque estés de viaje.

Por la noche, entre juegos y fiesta, logré mantener mis costumbres y resistir las numerosas tentaciones. Me preparé una hamburguesa de pollo a la plancha y la acompañé de unas verduras hervidas que ya vienen preparadas en un pequeño baso. Normalmente hay que calentarlas un poco en el microondas, pero frías tampoco están mal. De postres, una rica manzana verde. Una buena cena a pesar de estar fuera de casa.

El sábado fue el día de la gran caminata. La ruta estaba marcada como 7Km de ida y otros tantos de vuelta, con un desnivel suave. Sin embargo, al final del día comprobamos que en verdad había sido de 21Km en total, con un desnivel bastante destacado. Al menos el desnivel era el suficiente para sentir los gemelos trabajando a máximo rendimiento.

Salimos por la mañana, y a pesar de estar caminando, procuré no abandonar las buenas costumbres. Un desayuno fuerte y energético (más necesario que nunca) para aguantar todo el día, un suministro constante de agua y una comida cada pocas horas. Por el camino me tomé una barrita energética enriquecida con L-Carnitina, después de todo había que aprovechar al máximo todo el ejercicio cardiovascular que iba a hacer ese día.

Al final, comimos en lo alto de una montaña, al borde de un precipicio y con un grupo de buitres sobrevolando la zona. Toda una experiencia que espero repetir pronto. Para comer me había preparado dos pequeños bocadillos, uno con una lata de atún claro y el otro con una hamburguesa de pollo. El de atún estaba riquísimo y el pan crujiente, pero la hamburguesa ya se había quedado fría y el pan estaba blando y asqueroso. Aun así, después de caminar tanto, te comerías cualquier cosa.

La vuelta fue mucho más accidentada, por lo que la aventura se saldó con una ampolla en el pie izquierdo, dolor en el arco de los pies (asumo que por clavar mucho el talón durante la bajada para no reventar la ampolla), y unas terribles quemaduras de sol en gemelos, cara y cabeza (eso me pasa por no ponerme gorra, y confiarme con la crema solar).


Aun estoy pagando parte de aquella caminata. La ampolla se ha curado y desaparecido casi por completo, al igual que los callos. Sin embargo, aun tengo dolorido el arco del pié y las quemaduras duelen a rabiar. Sin duda, esto va a afectar a todo mi entrenamiento semanal, así que ya veremos si puedo hacer todas las sesiones o no.

Para la cena del sábado preparamos unas brasas para cocinar carne. Fue difícil resistirse a todo el embutido de cerdo, y a las chuletas de cordero. Por suerte el pollo que comí cocinado a la brasa no tenía nada que envidiarles. Una cena estupenda y cama bien pronto para recuperar fuerzas.

El domingo fue sobretodo un día para recuperarse de la aventura. Volvimos pronto a casa y para el almuerzo ya habíamos llegado. Por curiosidad, una de las primeras cosas que hice al llegar fue pesarme, a pesar de que hubieran pasado ya bastantes horas. No le preste mucha atención a los valores, pero la báscula marcaba entre 88 y 89 kilos, y el porcentaje de grasa corporal estaba en 27.1%. Sin duda, todo el esfuerzo del fin de semana mereció la pena.

Con el nivel de cansancio que aun arrastraba por no haber dormido bien la noche anterior, lo último que me apetecía era cocinar, así que nos permitimos un pequeño capricho. Pedimos comida china a domicilio. Un arroz tres delicias con pollo y huevo revuelto con gambas y guisantes. No es la comida más sana del mundo, pero tampoco la peor de todas.

Para la cena, la pereza continuaba, pero aun así hicimos acopio de fuerzas para superar las posibles tentaciones y nos preparamos algo sencillo que solo hubiera que calentar un poco en el microondas. En mi caso un par de centros de pavo. Con aquello logré calmar lo suficiente mi hambre para dejar a un lado las tentaciones y dormir plácidamente en la cama.

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